El palacio del hidi (jefe) erigido en posición dominante en lo alto de una colina, las aldeas circundantes, los cultivos en terrazas y sus símbolos sagrados, y los vestigios omnipresentes de la floreciente actividad siderúrgica de antaño componen este paisaje cultural, que es la viva expresión intacta de la cultura material y espiritual de la sociedad que lo creó siglos atrás. (UNESCO/BPI)[1]
Situado en la periferia de la ciudad de Oshogbo y surcado por los serpenteantes meandros de un río, el tupido bosque sagrado de Ochún es uno de los últimos residuos de bosque primario subsistentes en el sur de Nigeria. Considerado morada de Ochún, diosa de la fertilidad, este sitio alberga esculturas y santuarios dedicados a esta y otras divinidades de los yorubas. Es probablemente el último de los bosques sagrados de esta etnia y, por eso, se ha convertido en un símbolo de su identidad. El sitio atestigua la práctica –muy extendida en otros tiempos– de consagrar bosques a las divinidades en los alrededores de todos los asentamientos de población. (UNESCO/BPI)[2]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Nigeria, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 8 de octubre de 2007,[3] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.
El Gelede es practicado por la comunidad yoruba-nago, establecida en Benín, Nigeria y Togo. Desde hace más de un siglo, esta ceremonia tiene por objeto rendir homenaje a la madre primordial, Iyà Nlà, y al papel que desempeñan las mujeres en la organización social y el desarrollo de la sociedad yoruba. El Gelede se celebra después de las cosechas, con motivo de acontecimientos importantes, o en caso de sequías o de epidemias. El espectáculo, que se caracteriza por el uso de máscaras talladas, se canta en lengua yoruba y narra la historia y los mitos del pueblo yoruba-nago.
Las ceremonias tienen lugar de noche en una plaza pública, cerca de una casa donde se visten los bailarines. Los primeros que salen son los cantantes acompañados por el hombre que toca el tambor y por la orquesta. Luego hacen su aparición los bailarines, vestidos con magníficos atuendos. La ceremonia requiere un gran trabajo artesanal preparatorio, particularmente para tallar las máscaras y confeccionar los trajes. Gracias a este ritual, se garantiza la transmisión del patrimonio oral, en el que se mezcla poesía épica y lírica, todo ello entreverado con ironía e irrisión. Se suelen utilizar figuras de animales, como la serpiente, símbolo de poder, o el pájaro, mensajero de “las madres”. La comunidad se organiza en grupos de hombres y de mujeres dirigidos respectivamente por un personaje masculino y femenino. Se trata del único grupo de máscaras dirigido por mujeres. Aunque el Gelede parece haberse adaptado a la sociedad más patriarcal de hoy, su patrimonio oral y sus danzas son testimonio de un antiguo orden matriarcal.
El desarrollo técnico entraña una pérdida de las competencias técnicas tradicionales, y el turismo contribuye a transformarlo en un producto folclórico. Sin embargo, la comunidad Gelede tiene clara conciencia del valor de su patrimonio inmaterial, como prueba el intenso trabajo de preparación y la afluencia de nuevos participantes. (UNESCO/BPI)[4]
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2005).
El sistema de adivinación Ifa, que recurre a un gran corpus de textos y de fórmulas matemáticas, se practica en las comunidades yorubas y en la diáspora africana de las Américas y el Caribe. La palabra Ifa refiere al personaje místico Ifa u Orunmila, que los yorubas consideran como la divinidad de la sabiduría y del desarrollo intelectual.
En contraste con otras formas de adivinación de la región que recurren a un medium, la adivinación Ifa no depende de una persona que tiene poderes misteriosos o proféticos, sino de un sistema de signos que son interpretados por un adivino, el sacerdote Ifa o babalawo, literalmente “el padre del sacerdote”. Se aplica el sistema de adivinación Ifa cada vez que se ha de tomar una decisión individual o colectiva importante.
El corpus literario Ifa, llamado odu, consta de 256 partes subdivididas en versos llamados ese, cuyo número exacto es desconocido porque están en constante aumento (hay alrededor de 800 ese por odu). Cada uno de los 256 odu tiene su firma adivinatoria específica, que es determinada por el babalawo, quien utiliza nueces de palma sagradas y una cadena de adivinación. Los ese, considerados como la parte más importante de la adivinación Ifa, son cantados por los sacerdotes en un lenguaje poético. Estos versos reflejan la historia, la lengua, las creencias, la cosmovisión de los yorubas y también las cuestiones sociales contemporáneas. El conocimiento del Ifa se ha preservado dentro de las comunidades yorubas y se ha transmitido entre los sacerdotes Ifa.
Bajo la influencia colonial y las presiones religiosas, las creencias y prácticas tradicionales fueron objeto de discriminación. Los sacerdotes Ifa, la mayoría de los cuales son ya ancianos, sólo disponen de medios muy modestos para mantener la tradición, transmitir su conocimiento complejo y formar a los que han de sucederles. Por consiguiente, la juventud y la población yoruba están perdiendo interés en practicar y consultar el sistema de adivinación Ifa, lo que va acompañado de una intolerancia cada vez mayor hacia los sistemas tradicionales de adivinación en general. (UNESCO/BPI)[5]
En muchas comunidades del Estado de Anambra, situado al sudeste de Nigeria, el desfile de la máscara ijele tiene lugar en fiestas, ceremonias fúnebres y otros eventos especiales celebrados en la estación seca para impetrar la fertilidad y cosechas abundantes. Esta máscara tienen cuatro metros de altura y la magnitud de su tamaño hace que se necesiten seis meses y unos cien hombres para prepararla y construir el refugio donde se guarda hasta su desfile. Dividida en un segmento superior y otro inferior por un gran pitón situado en su centro, la máscara se confecciona con una armazón de cañas de bambú que se reviste después con tejido de colores vivos y se ornamenta con figurillas y representaciones de múltiples aspectos de la vida. Protegido por seis “policías” y llevando un espejo que le da poder para atraer y castigar a los malhechores, el gigantesco personaje enmascarado ejecuta una danza con la que culmina otra serie de mascaradas. Los portadores de la máscara ijele son escogidos por votación y se aíslan durante tres meses a fin de someterse a un régimen especial que les dé la fuerza necesaria para llevar la máscara. Este desfile cumple varios papeles importantes en lo que respecta a la comunidad: en el plano espiritual jalona las festividades y actos solemnes; en el plano político ofrece la ocasión de expresar lealtad a un jefe o un rey; y en el plano cultural constituye un esparcimiento muy apreciado del público, en el transcurso del cual los varones y las muchachas jóvenes cantan y bailan al son de la música akunechenyi. (UNESCO/BPI)[6]
Festival internacional de pesca y cultura de Argungu
Bien inmaterial inscrito en 2016.
Al noroeste de Nigeria, en las proximidades del río Matan Fada se reúnen todos los años varias comunidades para participar en el Festival internacional de pesca y cultura de Argungu, que tiene lugar por espacio de cuatro días entre finales de febrero y principios de marzo. Entre sus festejos destaca el kabanci, un torneo que comprende no sólo competiciones acuáticas de pesca, piragüismo y captura de ánades silvestres, sino también combates de lucha y boxeo tradicionales, entre otras prácticas culturales. Los hombres y muchachos compiten en las diferentes pruebas, mientras las mujeres de sus comunidades les animan cantando y bailando. Este festival data de la época anterior a la independencia y, además de contribuir a forjar un sentimiento de identidad cultural en los participantes, permite mantener la convivencia pacífica entre las comunidades vecinas de Argungu y Sokoto gracias a la práctica en común de costumbres ancestrales. Transmitidos en el seno de las familias que ostentan las jefaturas consuetudinarias de “Homa” (jefe de los pescadores de Argungu) y “SarkiRuwa” (gestor del grado de higiene del río) los conocimientos tradicionales sobre la calidad del agua y los recursos pesqueros han contribuido en gran medida a la continuidad del festival. Las prácticas utilizadas en las actividades del festival se transmiten de modo formal e informal a las nuevas generaciones. En efecto, su enseñanza se imparte en el marco de un sistema de aprendizaje –especialmente en lo que se refiere a las técnicas de pesca– o en el seno de las familias mediante la mera observación. (UNESCO/BPI)[7]