Guerra de sucesión castellana

conflicto sucesorio en la Corona de Castilla (1475-1479)

La guerra de sucesión castellana fue un conflicto bélico que se produjo de 1475 a 1479 por la sucesión de la Corona de Castilla entre los partidarios de Juana de Trastámara, hija del difunto monarca Enrique IV de Castilla, y los de Isabel, media hermana de este último.

Guerra de sucesión castellana
Parte de los conflictos por la sucesión de Enrique IV de Castilla

Fecha 1475-4 de septiembre de 1479
Lugar Península ibérica y océano Atlántico
Casus belli Proclamación simultánea de Isabel y Juana como reinas de Castilla
Resultado Isabel es reconocida reina de Castilla y Portugal afianza su ruta marítima comercial en África
Consecuencias

Tratado de Alcazobas:

  • Portugal reconoce a Isabel y Fernando como reyes de Castilla, los cuales a su vez renuncian al trono de Portugal
  • Castilla reconoce el monopolio de Portugal sobre su área de expansión en el Atlántico con la excepción de las islas Canarias
  • Matrimonio de la infanta Isabel de Aragón con el príncipe heredero Alfonso de Portugal, a cambio de una gran dote
Beligerantes
  • Comandantes
  • La guerra tuvo un marcado carácter internacional porque Isabel estaba casada con Fernando, heredero de la Corona de Aragón, mientras que Juana se había casado con el rey Alfonso V de Portugal. Francia también intervino, apoyando a Portugal para evitar que Aragón, su rival en Italia, se uniera a Castilla.

    A pesar de algunos éxitos iniciales para los partidarios de Juana, la escasa agresividad militar de Alfonso V y las consecuencias políticas de la batalla de Toro[1][2]​ llevaron a la desintegración del bando juanista entre 1476 y 1477. El matrimonio de Isabel y Fernando fue reconocido en las Cortes de Madrigal (abril-octubre de 1476) y su hija Isabel jurada heredera de la Corona de Castilla.[3]

    A partir de entonces, el conflicto consistió esencialmente en una guerra entre Castilla y Portugal, cobrando gran importancia la guerra naval en el océano Atlántico. Las flotas portuguesas se impusieron a las castellanas en la lucha por el acceso a las riquezas de Guinea (oro y esclavos),[4][5]​ donde se libró la decisiva batalla naval de Guinea.

    La guerra concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcazobas, que reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y otorgaba a Portugal el monopolio marítimo comercial en la costa occidental africana al mantener el control de los territorios en los que ya tenía cierta presencia, los cuales eran Guinea, Elmina, Madeira, Azores, Flores y Cabo Verde; por el contrario, las islas Canarias quedaron al margen de las pretensiones portuguesas. Juana, por otra parte, perdió el derecho al trono castellano y tuvo que permanecer en Portugal hasta su muerte.

    Este conflicto ha sido llamado también guerra Civil Castellana, pero este nombre induce a confusión con otras guerras civiles que afectaron a Castilla en los siglos XIV y XV. Algunos autores hablan de guerra de Portugal, pero este nombre es parcial (claramente denota un punto de vista castellano) y hace olvidar que el bando juanista también podía considerarse castellano legítimamente. Otras veces se ha utilizado el término guerra peninsular, que no debe confundirse con el nombre inglés y portugués de la guerra de la Independencia Española (1808–1814). Por último, algunos autores prefieren la expresión neutra de guerra de 1475-1479.

    Antecedentes

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    El problema de la sucesión al trono

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    Isabel y Fernando.

    En 1462, nace Juana de Trastámara, la primera y única hija del rey Enrique IV de Castilla, que inmediatamente es nombrada princesa de Asturias. Sin embargo, las presiones de una parte de la nobleza obligan al rey a despojarla del título y nombrar en su lugar heredero a su medio hermano Alfonso en 1464. Desde esta época surge un rumor que afirma que la princesa Juana no es realmente hija del rey Enrique sino de su valido, Beltrán de la Cueva, por lo cual se la empieza a llamar «la Beltraneja».

    En 1465, los nobles, reunidos en Ávila, acuerdan destronar a Enrique y nombran rey a Alfonso (de 12 años entonces) en la denominada «farsa de Ávila». Estalla así una guerra que no terminará hasta 1468, con la muerte de Alfonso. Enrique IV recupera plenamente el poder y el título de heredera pasa a ser disputado entre Juana e Isabel, hermana de Alfonso y segunda en la línea de sucesión.

    Isabel rompe con Enrique IV en 1469, fugándose para casarse con su primo Fernando, heredero de la Corona de Aragón en el palacio de los Vivero de Valladolid el 19 de octubre de 1469. Poco a poco la pareja va ganando apoyos, obteniendo el respaldo del legado papal Rodrigo Borgia en 1472 y el de la poderosa Casa de Mendoza en 1473.

    En 1474, muere Enrique IV y cada una de las dos candidatas al trono son proclamadas reina de Castilla por sus respectivos partidarios.

    Los juanistas, conscientes de su posición de debilidad frente al bando isabelino, proponen al rey de Portugal, Alfonso V, tío de Juana, que se case con ella a pesar de la consanguinidad y se convierta en rey de Castilla. Alfonso acepta, con lo cual la fuerza de los dos bandos queda más equilibrada y se perfila la guerra como único método para resolver el conflicto.

    Alianzas internacionales

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    Europa occidental en 1470.

    El reino de Francia y la Corona de Aragón mantenían una antigua rivalidad por el control del Rosellón y, más recientemente, por la hegemonía en Italia. En junio de 1474, las tropas francesas invadieron el Rosellón y los aragoneses tuvieron que replegarse. Fernando intercedió ante su padre, Juan II, para que no declarase la guerra a Francia, concentrando su atención en los asuntos castellanos. De todas formas, ante la perspectiva de que el heredero del trono aragonés se fuese a convertir también en rey de Castilla, en septiembre de 1475 Luis XI de Francia se puso oficialmente del lado de Juana y de Portugal.

    En ese momento Francia estaba también en guerra con Borgoña. Esto convertía a los borgoñones en aliados teóricos del bando isabelino, pero en la práctica siguieron haciendo la guerra por su cuenta, sin coordinar sus acciones con las castellano-aragonesas. También Inglaterra entró brevemente en guerra con Francia al desembarcar su rey Eduardo IV en Calais en junio de 1475, pero en una rápida respuesta diplomática Luis XI acordó con Eduardo en agosto la paz de Picquigny. El rey de Inglaterra concedió una tregua de nueve años a cambio de una importante compensación económica y se volvió a su reino.[6]

    Por su parte, el reino de Navarra vivía una guerra civil intermitente entre beaumonteses y agramonteses, a la que se superponían los intentos de Francia y de Aragón por controlar el reino.

    Por último, el reino nazarí de Granada se mantuvo neutral. El 17 de noviembre de 1475, el rey Abu al Hasan Alí firmó un tratado de paz con Isabel y Fernando por el que además se ofreció a prestarles ayuda en la región de Córdoba contra los partidarios de Juana.[7]

    Rivalidad entre Castilla y Portugal en el Atlántico

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    Reconstrucción actual de una carabela portuguesa.

    A lo largo del siglo XV, los exploradores, comerciantes y pescadores de Portugal y de Castilla habían ido internándose cada vez más profundamente en el océano Atlántico. La posesión de las islas Canarias fue desde el principio un punto de fricción entre los dos reinos. Más tarde, el control del comercio con los territorios de Guinea y la Mina, muy ricos en oro y esclavos, se convirtió en una disputa aún más importante.

    Durante la primera mitad del siglo, Castilla organizó la conquista de algunas de las islas Canarias (Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y Gomera) mediante pactos de vasallaje primero con caballeros normandos y luego con nobles castellanos. Portugal mantuvo su oposición a la autoridad castellana en las islas y por su parte fue avanzando en la exploración de Guinea, obteniendo grandes beneficios comerciales.

    A partir de 1452, los papas Nicolás V y su sucesor Calixto III modificaron la anterior política de neutralidad de la Santa Sede y otorgaron una serie de bulas favorables a Portugal, reservando a este país el control del comercio y la autoridad religiosa en una amplia zona hasta toda la Guinea y más allá. No arbitraron la cuestión de las Canarias, cuya conquista por otro lado había quedado relativamente estancada. El rey de Portugal adoptó una política comercial abierta, permitiendo a súbditos extranjeros comerciar en las costas africanas a cambio de los correspondientes impuestos. El único perjudicado era, así, el rey de Castilla.

    En agosto de 1475, tras el estallido de la guerra, Isabel reclamó que las partes de Africa et Guinea pertenecían a Castilla por derecho e incitó a sus comerciantes a navegar a ellas, iniciando la guerra naval en el Atlántico.

    El conflicto

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    Bandos de la guerra en 1475

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    Armas de Alfonso V, entre 1475 y 1479, como rey de Portugal, de Castilla y de León.

    A favor de Juana:

    A favor de Isabel:

    El ducado de Borgoña y el reino de Inglaterra estaban en guerra con Francia en 1475 pero no coordinaron sus acciones con los partidarios de Isabel y por ello no se les considera normalmente integrantes del bando isabelino.

    La lucha por el trono (mayo de 1475-septiembre de 1476)

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    En marzo de 1475, se produjo una revuelta en la ciudad de Alcaraz contra Diego Pacheco, Marqués de Villena, decidido partidario de Juana. Inmediatamente los rebeldes se pusieron del lado de Isabel, iniciándose así las hostilidades.[10]

    Alfonso V entra en Castilla

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    Real castellano acuñado por Alfonso V en Toro en 1475 o 1476.

    Un ejército portugués entró en el territorio de la Corona de Castilla con Alfonso V al frente el 10 de mayo de 1475 y avanzó hasta Plasencia, donde le esperaba Juana.[11]​ En esa ciudad fueron proclamados Juana y Alfonso reyes de Castilla el 25 de mayo y se desposaron, quedando la boda pendiente de una dispensa papal que obtuvieron unos meses más tarde. De allí marcharon a Arévalo, con intención de dirigirse a Burgos. Tanto el castillo de Burgos como las ciudades de Plasencia y de Arévalo estaban controlados por los Estúñiga (o Zúñiga), partidarios de Juana, aunque la ciudad de Burgos en sí era isabelina. Desde allí Alfonso esperaba poder enlazar con las tropas que enviase su aliado Luis XI de Francia.

    Sin embargo, Alfonso encontró en Castilla menos apoyos de los esperados y cambió de planes, prefiriendo dedicarse a consolidar el control de la zona más cercana a Portugal, en particular Toro, ciudad que le acogió favorablemente aunque la guarnición del castillo se proclamó fiel a Isabel. También aceptaron al rey portugués Zamora y otras villas leonesas del bajo Duero. En la Mancha, el maestre de la Orden de Calatrava, juanista, conquistó Ciudad Real, pero rápidamente el clavero de la misma orden y el maestre de la orden de Santiago recuperaron la ciudad para el bando isabelino.[12]

    Fernando concentró un gran ejército en Tordesillas y el 15 de julio ordenó ponerse en marcha, buscando el encuentro con Alfonso. Cuatro días después llegó a Toro pero el portugués rehuyó el combate y Fernando, falto de recursos para un asedio prolongado, tuvo que retornar a Tordesillas y disolver su ejército. El castillo de Toro se rindió a Alfonso V, que sin embargo, no aprovechó para avanzar sobre Burgos, sino que volvió a Arévalo a la espera de la intervención francesa.

    El duque de Benavente, partidario de Isabel, se situó con una pequeña fuerza en Baltanás para vigilar a los portugueses. Fue atacado el 18 de noviembre de 1475, siendo derrotado y hecho prisionero tras una dura resistencia. A pesar de que esta victoria le abría el camino a Burgos, Alfonso V decidió una vez más retirarse a Zamora. La falta de combatividad del rey de Portugal debilitó al campo juanista en Castilla, que empezó a desintegrarse.[13]

    Contraataque isabelino

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    Los isabelinos contraatacaron tomando Trujillo y ganando el control de las tierras de la Orden de Alcántara, gran parte de las de Calatrava y del marquesado de Villena. El 4 de diciembre una parte de la guarnición de Zamora se rebeló contra el rey Alfonso, que tuvo que huir a Toro. La guarnición portuguesa mantuvo el control del castillo, pero la ciudad acogió a Fernando al día siguiente.

    En enero de 1476, el castillo de Burgos se rindió a Isabel mediante un pacto que evitó represalias contra los vencidos. En ese mismo mes y alentados por las cartas enviadas por los Reyes Católicos, los cristianos viejos de la ciudad de Villena se alzan contra el marqués, Diego López Pacheco, atacando a su pariente, Pedro Pacheco, en el castillo de la Atalaya. A esta rebelión en la capital del marquesado, le siguieron las del resto de ciudades importantes del mismo, suponiendo la pérdida del poder territorial del Marqués.

    La batalla de Toro

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    Castillo de Zamora (véase: historia de Zamora).

    En febrero el ejército portugués, reforzado por tropas traídas por el príncipe Juan, salió de su base de Toro y cercó a Fernando en Zamora. Sin embargo, el asedio era menos duro para los cercados que para los portugueses, a la intemperie en el duro invierno zamorano, así que el 1 de marzo Alfonso levantó el campo y se retiró hacia Toro. Las tropas de Fernando se lanzaron en su persecución y le alcanzaron a una legua (unos 5 kilómetros) de esta ciudad,[14]​ obligándole a entablar combate. Fueron tres horas de lucha muy confusa, interrumpida por la lluvia y por la caída de la noche. El rey portugués se retiró a Castronuño tras la derrota de las tropas bajo su mando,[15][16]​ mientras su hijo Juan venció al ala derecha castellana[17][18][19][20][21]​ y permaneció frente a Toro;[22][23][24][25][26][27]​ replegándose ordenadamente a la mañana siguiente con su ejército al interior de las murallas e incluso haciendo prisioneros a algunos enemigos.[28][29][30]

    La batalla de Toro ha sido considerada un empate desde un punto de vista puramente militar[31][32]​ pero una victoria estratégica para los isabelinos.[2][33][34]​ De hecho, los propagandistas de ambos bandos reclamaron la victoria en sus crónicas. Sin embargo, políticamente la batalla fue decisiva porque a continuación el grueso de las tropas portuguesas se retiró a Portugal junto con la reina Juana, cuyo bando quedó así casi totalmente desvalido en Castilla.[35][36]

    La guerra en el mar

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    Uno de los objetivos de Isabel y Fernando en la guerra era arrebatarle a Portugal el monopolio de los ricos territorios atlánticos que controlaba. El oro y los esclavos de Guinea constituían además una importante fuente de ingresos con los que financiar la guerra, por lo que las expediciones a Guinea constituyeron una prioridad para ambos contendientes.

    Desde el estallido de la guerra, barcos portugueses recorrieron las costas andaluzas apresando pesqueros y barcos mercantes. Para poner fin a esta situación, Isabel y Fernando enviaron cuatro galeras al mando de Álvaro de la Nava, el cual logró frenar las incursiones lusas e incluso llegó a saquear la villa portuguesa de Alcoutín, en el Guadiana.[11]

    Por su parte, los marineros de Palos se lanzaron al saqueo de las costas de Guinea. Alfonso de Palencia, cronista oficial de la reina Isabel, relata una expedición en la que dos carabelas de este puerto onubense capturaron a 120 «azanegas» (africanos de piel clara) y los vendieron como esclavos. A pesar de la protesta de los Reyes, al poco salió otra flotilla de tres carabelas que trajo cautivo nada menos que a un rey azanega y a 140 nobles de su pueblo.[37]​ En mayo de 1476, la reina Isabel ordenó que le entregasen a este rey de Guinea capturado y a su séquito para liberarlos.[38]​ La orden fue cumplida solo a medias porque si bien el rey fue liberado y devuelto a su patria unos meses más tarde sus acompañantes fueron todos vendidos como esclavos.[37]

    En 1476, una flota portuguesa de 20 barcos comandada por Fernão Gomes partió hacia Guinea para recuperar su control.[39]​ Los reyes de Castilla ordenaron preparar una flota para apresar a los portugueses y pusieron a su frente a Carlos de Valera.[40]​ Este tuvo muchas dificultades para preparar la expedición, según Palencia por culpa de la oposición del marqués de Cádiz, del duque de Medina Sidonia y de la familia Estúñiga.[41]

    Los preparativos también fueron retrasados por una batalla naval que se produjo cuando los castellanos supieron que uno o dos barcos portugueses con un rico cargamento acababan de salir del Mediterráneo rumbo a Portugal y estaban esperando al pirata Alvar Méndez, que venía a escoltarlos.[42]​ Una flota capitaneada por Carlos de Valera y Andrés Sonier y compuesta por cinco galeras y cinco carabelas les salió al paso desde Sanlúcar, obteniendo la victoria tras una dura batalla.[43]

    Cuando al fin Valera consiguió juntar 3 barcos vascongados y 9 carabelas andaluzas[44]​ (25 carabelas según Palencia) todos fuertemente armados, ya no tenían posibilidad de alcanzar a la flota portuguesa y decidieron por ello, tras una escala en Porto Santo, dirigirse a la isla de Antonio de Noli, frente a las costas de Guinea. Saquearon la isla y capturaron a Noli, que en aquel entonces prestaba vasallaje por su territorio al rey de Portugal. A continuación partieron hacia las costas de África, donde capturaron dos carabelas del marqués de Cádiz, con un cargamento de 500 esclavos. Tras esto, los marinos de Palos se separaron de la expedición, con lo que Valera tuvo que retornar a Andalucía, al ser los palermos los marinos más expertos en la navegación a Guinea.[41]

    Al parecer, esta expedición obtuvo pocos beneficios económicos porque una gran parte de los esclavos fue devuelta al marqués de Cádiz y porque Valera tuvo que indemnizar al duque de Medina Sidonia por los daños causados en la isla de Noli, que el duque reclamaba como suya.[41][42]

    Intervención francesa

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    Luis XI de Francia.

    El 23 de septiembre de 1475 Luis XI de Francia firmó un tratado de alianza con Alfonso V de Portugal.[6]

    Entre marzo y junio de 1476 las tropas francesas capitaneadas por Alano de Albret trataron de forzar el paso por la estratégica localidad fronteriza de Fuenterrabía pero fueron rechazadas. Fernando aprovechó la situación para asegurar su posición en el convulso reino de Navarra. En agosto comenzaron en Tudela las negociaciones que culminaron en la firma de un acuerdo por el cual agramonteses y beaumonteses pusieron fin a su enfrentamiento y Fernando obtuvo para Castilla el control de Viana, Puente la Reina y otras plazas, así como el derecho a mantener una guarnición de 150 lanzas en Pamplona. De este modo, Castilla quedaba protegida militarmente frente a una posible penetración francesa en Navarra.[45]

    En agosto de 1476, Alfonso V de Portugal partió hacia Francia, tras firmar una tregua con Isabel y Fernando. Allí trató de convencer a Luis XI de implicarse más a fondo en la guerra, pero este rechazó la propuesta porque estaba centrado en derrotar a su principal enemigo, Carlos el Temerario, duque de Borgoña. Tras este severo revés diplomático, Alfonso se quedó en Francia y pensó en abdicar.

    Combate del cabo de San Vicente

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    El rey de Francia había enviado como ayuda a Portugal a la flota del pirata normando Coullon. Cuando en agosto de 1476 el rey Alfonso partió hacia Francia, simultáneamente envió dos galeras portuguesas cargadas de soldados junto con los 11 barcos de Coullon a prestar auxilio al castillo de Ceuta. Por el camino, el 7 de agosto, esta armada se cruzó con cinco mercantes armados provenientes de Cádiz con rumbo a Inglaterra: 3 grandes naos genovesas, una galera y una urca flamenca. Coullon trató de apresar los mercantes mediante un ardid pero falló y se entabló un encarnizado combate en el que los franco-lusos se impusieron. Sin embargo, debido al uso de armas incendiarias por parte de los franceses, se desató un incendio que arrasó dos barcos genoveses y la urca flamenca pero también las dos galeras portuguesas y dos de los barcos de Coullon. Según Palencia, unos 2500 franceses y portugueses murieron en este desastre.[46]

    Consolidación de Isabel y Fernando (septiembre de 1476-enero de 1479)

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    Campañas sucesivas de la guerra de sucesión castellana. El frente de Isabel no solo tuvo que afrontar una guerra contra Portugal, sino que además tuvo que hacer frente a sus adversarios en la propia Castilla.

    Tras su victoria en la batalla de Toro, el rechazo del ataque francés y la tregua solicitada por Alfonso V, Isabel y Fernando quedaron sólidamente afianzados en el trono de Castilla. Los nobles del bando juanista tuvieron que aceptar la situación e irse sometiendo a los Reyes. La guerra quedó reducida a escaramuzas y algaradas a lo largo de la frontera portuguesa y, sobre todo, a la continuación de la guerra naval por el control del comercio atlántico.

    Sometimiento del bando juanista a Isabel y Fernando

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    A lo largo de 1476 fueron sometiéndose a los Reyes los principales nobles que aun apoyaban a Juana, en particular los del linaje Pacheco-Girón: Juan Téllez Girón y su hermano Rodrigo, Luis de Portocarrero y, en septiembre, el marqués de Villena.[12]

    En noviembre de 1476 las tropas de Isabel tomaron el castillo de Toro. En los meses siguientes los Reyes se apoderaron de las últimas localidades fronterizas controladas por los portugueses y limpiaron de adversarios Extremadura.

    En julio de 1477 Isabel llegó a Sevilla, la ciudad más poblada de Castilla, con el objetivo de asentar su poder sobre las grandes familias nobiliarias de Andalucía. En abril de 1476 ya había otorgado un primer perdón al marqués de Cádiz, que había ido recuperando poder mientras su rival, el poderoso duque de Medina Sidonia, inicialmente principal figura isabelina en Andalucía, iba cayendo en desgracia ante los Reyes.[11]​ Mediante hábiles negociaciones, la Reina logró tomar el control de las principales fortalezas del reino de Sevilla ocupadas tanto por el Marqués como por el duque y, en vez de devolvérselas a sus legítimos propietarios, nombró a su frente a personas de su confianza. También prohibió a ambos nobles la entrada en la ciudad de Sevilla, pretextando el riesgo de enfrentamientos si coincidían allí.[11]​ De esta manera desapareció el dominio político que el duque había ejercido sobre Sevilla, que pasó a ser controlada firmemente por la Corona.

    Uno de los escasos nobles que se negaron a plegarse a los Reyes fue el mariscal Fernán Arias de Saavedra. Su fortaleza de Utrera sufrió un largo asedio por parte de las tropas isabelinas y fue finalmente tomada al asalto en marzo de 1478, sufriendo los vencidos una dura represión.[11]

    El primer hijo varón de los Reyes, Juan, nació en Sevilla el 30 de junio de 1478, abriendo nuevas perspectivas de estabilidad dinástica para el bando isabelino.

    Regreso de Alfonso V

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    Tras su fracaso diplomático en Francia, Alfonso V finalmente decidió regresar a Portugal. A su llegada en octubre de 1477 se encontró con que su hijo Juan se había proclamado rey. Sin embargo, Juan recibió con alegría el retorno de su padre y le devolvió la Corona inmediatamente.[47]

    Expediciones a Guinea y las Canarias de 1478

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    Se sabe que en 1477 salió de Andalucía una flota para Guinea pero los datos sobre la misma son muy escasos. En ella participaron la nao Salazar y la carabela Santa María Magdalena.[44]

    A principios de 1478 los Reyes Católicos prepararon en el puerto de Sanlúcar dos nuevas expediciones, una dirigida a la Mina de Oro[48]​ y la otra destinada a la conquista de la isla de Gran Canaria, con un total de al menos 35 barcos. Las dos flotas navegaron juntas hasta Gran Canaria y allí se separaron.

    El príncipe Juan de Portugal, enterado de los planes castellanos, preparó una armada superior en número para sorprender a sus enemigos en Canarias. La mayor parte de la flota castellana de Gran Canaria no había desembarcado aún al grueso de la tropa, cuando llegó la noticia de que se aproximaba una escuadra portuguesa. Inmediatamente levaron anclas, dejando solo unos 300 soldados castellanos en tierra, los cuales a pesar de su reducido número lograron impedir el desembarco portugués. Sin embargo, este destacamento era insuficiente para conquistar la isla y quedó reducido a la inactividad hasta que una nueva armada castellana llegó a la isla a finales del año siguiente.[49]

    La otra flota castellana llegó a la Mina sin problemas y obtuvo grandes cantidades de oro. Sin embargo, el exceso de codicia del representante comercial de la Corona les hizo permanecer allí varios meses y ello dio tiempo a que llegara la flota portuguesa. Los castellanos fueron atacados por sorpresa, derrotados y llevados prisioneros a Lisboa. Según del Pulgar, los ingresos así obtenidos por el rey Alfonso le permitieron relanzar la guerra por tierra contra Castilla.[50]​ Las fuentes portuguesas afirman que tanto los prisioneros como gran parte del oro capturado fueron devueltos a Castilla tras la firma de la paz en 1479.[51]

    Paz entre Castilla y Francia

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    El 9 de octubre de 1478, antes de que llegase a Castilla la noticia de la derrota en la Mina, se firmó en San Juan de Luz un tratado de paz entre los delegados españoles, Juan Ruiz de Medina y Juan de Gamboa, y los franceses, encabezados por Jean Bilhères. El acuerdo fue ratificado por los Reyes Católicos el 10 de enero de 1479 en Guadalupe e incluyó los puntos siguientes:[52][53]

    Fase final (enero-septiembre de 1479)

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    Capacete aragonés de hacia 1470.

    A finales de 1478 algunos de los principales nobles juanistas se habían vuelto a sublevar en Extremadura, La Mancha (marqués de Villena) y Galicia. Los portugueses, reforzados por su gran victoria naval en Guinea, intervinieron nuevamente en Castilla para socorrer a sus aliados.

    Ofensiva portuguesa

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    En febrero de 1479 un ejército portugués dirigido por García de Meneses, obispo de Évora, penetró en Extremadura. Su objetivo era ocupar y reforzar las plazas de Mérida y Medellín, controladas por la condesa de Medellín, partidaria de Alfonso V. Según Palencia, el ejército portugués estaba compuesto por unos 1000 caballeros (entre los cuales se encontraban unos 250 leoneses y castellanos) más la infantería. Junto a él marchaban 180 caballeros de la Orden de Santiago mandados por su clavero Alfonso de Monroy, también partidario de Alfonso V.

    El 24 de febrero cerca del arroyo de La Albuera de Mérida a este ejército le salieron al encuentro las fuerzas isabelinas que mandaba Alonso de Cárdenas, maestre de la Orden de Santiago: unos 500 caballeros de su orden, 400 caballeros de la Hermandad Popular (principalmente de Sevilla) y unos 100 infantes. El enfrentamiento fue reñido. La infantería isabelina sufrió un duro ataque de la caballería juanista y se desorganizó presa del pánico pero el maestre de Santiago vino en su ayuda y al final los portugueses tuvieron que retirarse, dejando un importante botín en el campo de batalla así como unos 85 caballeros muertos, por solo 15 isabelinos.[55]

    Sin embargo, la victoria isabelina en Albuera fue solo parcial porque el grueso del ejército portugués pudo refugiarse en Mérida y de allí continuar su marcha hasta Medellín, que también ocuparon, con lo cual los lusos alcanzaron los dos principales objetivos de su ofensiva. Los partidarios del rey Fernando, por su parte, pusieron sitio a ambas ciudades.

    El papa cambia de bando

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    El nuncio apostólico Jacobo Rondón de Seseña llegó a Castilla con la noticia de que el papa Sixto IV rectificaba y anulaba la dispensa otorgada previamente a Alfonso V para casarse con su sobrina Juana. Esto debilitó gravemente la legitimidad del bando juanista y la pretensión del rey portugués al trono de Castilla.

    Últimos intentos castellanos en el mar

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    A pesar de la grave derrota naval de 1478, en febrero de 1479 los Reyes Católicos trataron de organizar una nueva flota de unas 20 carabelas para expulsar a los portugueses de la Mina.[56]​ Sin embargo, no pudieron reunir los barcos requeridos y ninguna expedición de importancia volvió a salir de los puertos castellanos hasta la firma de la paz con Portugal.

    Conversaciones de paz

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    A principios de abril de 1479 el rey Fernando llegó a Alcántara para participar en unas conversaciones de paz promovidas por la infanta Beatriz de Portugal, prima y cuñada de Alfonso V y tía de Isabel de Castilla. Las negociaciones duraron 50 días y al final no se llegó a un acuerdo.

    Los dos bandos continuaron las hostilidades, tratando de mejorar sus posiciones respectivas de cara a una nueva negociación. Isabel y Fernando lanzaron una ofensiva contra el arzobispo de Toledo, que tuvo que someterse, lo cual les permitió afrontar mejor al poderoso marqués de Villena. Mientras tanto, las guarniciones portuguesas de Extremadura resistían con éxito el duro asedio castellano.

    Las discusiones de paz se reanudaron en el verano y esta vez se alcanzó un acuerdo.

     
    Pregón del Tratado de Alcazobas.

    El tratado de paz

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    El tratado que puso fin a la guerra fue firmado en la villa portuguesa de Alcazobas el 4 de septiembre de 1479. El acuerdo fue ratificado por el rey de Portugal el 8 de septiembre de 1479 y fue firmado por los reyes de Castilla y Aragón en Toledo el 6 de marzo de 1480, por lo que también se le conoce como Tratado de Alcazobas-Toledo.

    Por este acuerdo, Alfonso V renunció al trono de Castilla mientras que Isabel y Fernando a cambio renunciaron al trono portugués. Las dos Coronas se repartieron sus zonas de influencia en el Atlántico, quedando para Portugal la mayor parte de los territorios, con la excepción de las islas de Canaria (de las que aún faltaban por conquistar las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife).

    Asimismo se firmaron dos acuerdos (habitualmente llamados «Tercerías de Moura») que resolvían la cuestión dinástica castellana. En primer lugar imponían a la princesa Juana la renuncia a todos sus títulos castellanos y su reclusión en un convento o su boda con el heredero de los Católicos, el príncipe Juan. Juana eligió el convento, aunque permaneció activa en la vida política hasta su muerte.

    En segundo lugar, se acordaba la boda de la infanta Isabel, hija de Isabel y Fernando, con el heredero del trono portugués, Alfonso, así como el pago por los padres de la novia de una enorme dote que en la práctica representaba una indemnización de guerra obtenida por Portugal.

    Referencias

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    Citas en línea:

    1. La solución de este conflicto es también semejante a la anterior; la indecisa batalla de Toro, que no lo fue ciertamente en sus resultados y consecuencias, pone término al indudable “peligro portugués” para Castilla., Julián MARÍA RUBIO en Felipe II y Portugal, Voluntad, Madrid, 1927, Volume I de Manuales Hispania, página 34.
    2. a b Desde un punto de vista estrictamente militar, no puede considerarse la batalla de Toro como una clara victoria castellana, sino solamente como un encuentro ventajoso para los Reyes Católicos. No es su valor intrínseco lo que provoca la jubilosa explosión de los cronistas, sino las consecuencias que de ella se derivaron. Decide la guerra, eso es todo, porque desanima definitivamente a los partidarios de Juana (página 157)Pero en esto documento [la carta en la que Fernando comunicó su victoria a las ciudades] … no se contiene más que la escueta atribución de la victoria a las armas castellanas, lo que non contradice en modo alguno la realidad del hecho de que una parte del ejército portugués, vencedora del ala derecha castellana, permaneciera sobre el campo y pudiera retirarse al día siguiente sin ser molestada. Batalla sin interés desde el punto de vista militar, lo tiene muy grande desde el político, y en este sentido es enteramente favorable a los Reyes Católicos (página 161) No victoria militar, pero sí victoria política, la batalla de Toro constituye, por si sola, un acontecimiento decisivo, porque resuelve la guerra civil a favor de los Reyes Católicos” (página 163), en La España de los Reyes Católicos (1474-1516), Espasa-Calpe, 1.ª edición: 1969, 2.ª edición: 1995; Autores: Juan de MATA CARRIAZO; SUÁREZ FERNÁNDEZ; M. FERNÁNDEZ ÁLVÁREZ
    3. Colmeiro, Manuel (1883). «22». Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla. Madrid: Impresores de la Real Casa. Archivado desde el original el 18 de mayo de 2014. Consultado el 29 de mayo de 2012. 
    4. En una guerra en la cual los castellanos quedaron vencedores en tierra y los portugueses en el mar,… en Bailey W. DIFFIE y George D. WINIUS- Foundations of the Portuguese empire 1415-1580, volume I, University of Minnesota Press, 1985, p.152.
    5. Sin embargo, en 1478 los portugueses sorprenderán treinta y cinco navíos retornados de la Mina [en Guinea] y tomarán todo su oro… otra expedición castellana a la Mina, la de Eustache de la Fosse, fue interceptada en 1480... Tomando en consideración todos los hechos, no es sorprendente que los portugueses emergiesen vencedores de esta primera guerra naval y colonial. Ellos estaban mucho mejor organizados que los castellanos, fueron capaces de obtener dinero para la preparación y abastecimiento de sus flotas, y tuvieron una clara lideranza… del príncipe Juan. en Malyn NEWITT- A history of Portuguese overseas expansion, 1400-1668, Routledge, New York, 2005, pp. 37-38.
    6. a b A. Castelot y A. Decaux (1976). Histoire de la France et des Français au jour le jour (tomo 3). París: Perrin. ISBN 2-262-00040-9. 
    7. EDWARDS, p.37
    8. Según CIUDAD RUIZ, Rodrigo Ponce de León era el principal miembro de la oposición a los reyes en Andalucía junto con Alfonso de Aguilar, pero no quiso rebelarse abiertamente, aunque mantuvo su guerra particular con el duque de Medinasidonia.
    9. Hasta la muerte del marqués de Villena en 1474, cuando (...) el comendador mayor, el clavero y otros caballeros de la Orden tomen el partido de la reina Isabel frente al maestre, partidario en ese momento de doña Juana, en CIUDAD RUIZ
    10. Pretel Marín, A. Una Ciudad Castellana en los Siglos XIV y XV. Instituto de Estudios Albacetenses. 1978. Pag. 156 y sgts.
    11. a b c d e NAVARRO SAINZ
    12. a b CIUDAD RUIZ
    13. ÁLVAREZ PALENZUELA
    14. Carta del rey Fernando a la ciudad de Baeza, 2 de marzo de 1476. Colección de documentos inéditos para la Historia de España, t. XIII, p. 396
    15. Hernando del Pulgar (castellano): [mientras el ala derecha castellana era desbaratada por el ala izquierda portuguesa]...El Rey é los de su batalla [centro], é los otros Grandes é Caballeros que iban en las otras escuadras á la mano izquierda, encontraron [respectivamente] con la batalla del Rey de Portugal [centro]…, é contra las otras de los Portugueses que iban en el ala de su mano derecha (…). Al fin no pudiendo los Portugueses sufrir las fuerzas de los Castellanos, fueron desbaratados, é vueltas las espaldas se pusieron en huida por escapar en la guarida que tenían cerca en la ciudad de Toro. É muchos de los peones Portugueses é otros caballeros, se lanzaron en el río de Duero pensando escapar nadando (…). El Rey de Portugal …con tres ó cuatro que quedaron con él de todos los que tenían cargo de guardar su persona, aportó esa noche á Castronuño…fue tomado por el Cardenal…el estandarte del Rey de Portugal…y encomendó el estandarte á dos caballeros…los cuales lo tornaron á perder [la unanimidad de los cronistas portugueses y también los cronistas españoles António de Nebrija (traductor para latín de la crónica de Pulgar, Decada I, libro V, capítulo VII) y Esteban de Garibay ( ''Compendio Historial'', tomo 2, Barcelona, 1628, libro 18, capítulo VII, p. 597), confirman que los portugueses reconquistaron su estandarte real]…é fueron muertos muchos de la una parte é de la otra[los castellanos] repartían los despojos que habían habido: como quier que por ser de noche é muy escura, fueron en poca cantidad ”... en Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, capítulos XLV y XLVII, p. 87- 90.
    16. Garcia de Resende (portugués): “...Y así como el Príncipe desbarató estas dos grandes batallas [ala derecha castellana dividida en 6 cuerpos dispuestos en 2 líneas o batallas ], así la batalla grande de El Rey D. Fernando desbarató la del Rey D. Afonso, porque venían en ella mucha y muy gruesa gente de armas, y muchos cubiertos [armaduras pesadas] y gran soma de espingarderos que hicieron gran daño a los caballos.” En Vida e feitos d’El Rei D.João II, capítulo XIII.
    17. cronista Hernando del Pulgar (castellano): “...las batallas se invistieron unas en otras (…). É luego aquellos seis capitanes Castellanos, que habemos dicho que iban á la mano derecha de la batalla del Rey contra los cuales vino á encontrar el Príncipe de Portugal y el Obispo de Évora, volvieron las espaldas, é se pusieron en huida (…) porque la batalla de los Portugueses iba toda junta, é la de los Castellanos repartida en seis partes, en especial por el gran daño que á los primeros encuentros recibieron de la muchedumbre de las espingardas é artillería que venia en la batalla del Príncipe…aquellas seis batallas de los Castellanos desbaratados…por el Príncipe de Portugal…” en Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, capítulo XLV, p. 87- 88.
    18. cronista Garcia de Resende (Português): “Siendo así las batallas ordenadas de una parte y de la otra para combatir siendo casi sol puesto, el rey mandó decir al príncipe que le mandaba la bendición de Dios y la suya, y que con ella atacase duramente en los contrarios; Y él, por le obedecer (…), después de hecho el señal por las trompetas, (…) bramando todos por el nombre de San Jorge, con gran fuerza y ímpetu invistió tan bravamente en las batallas contrarias [castellanas], que teniendo mucha mas gente, no pudieron sufrir ni resistir a los grandes y duros combates, y sin mucha demora fueron luego desbaratadas y puestas en huida, con mucha perdidas (…) y el príncipe, como prudente capitán, mirando la gran victoria que Dios le diera y la buena ventura de aquella hora, quiso mantener mas la honra de tamaña victoria que continuar la persecución. [Sin embargo, los cronistas portugueses declaran unánimemente que la mayor parte de los hombres del príncipe persiguió los castellanos derrotados durante mucho tiempo y distancia, lo que dejó las fuerzas del príncipe momentáneamente sin poder operacional hasta el regreso de ellos y de los fugitivos de su padre.] en Vida e feitos d’El Rei D.João II, capítulo XIII.
    19. cronista Juan de Mariana (castellano): “Dióse la señal de acometer y la gente de á caballo que llevaba Don Alvaro [ala derecha castellana dividida en 6 batallas de caballeros, siendo Alvaro de Mendoza su principal capitan] se adelantaron...recibiólos Don Juan Príncipe de Portugal...cuya carga el esquadron de Alvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida.” en Historia General de España, tome V, Barcelona, 1839, libro XXIV, capítulo X, p.299.
    20. cronista Damião de Góis (portugués): “… el príncipe D. Juan fue herir las 5 batallas [castellanas], y lo mismo hizo D. Pedro de Meneses en la sexta, que se apartara de las otras como ya he dicho, y el primero de todos que rompió fue Gonçalo Vaz de Castelo-Branco: estas dos alas [las 6 batallas que formaban el ala dercha castellana estaban dividida en 2 líneas o alas, las 5 primeras en la vanguardia y la sobrante en la retaguardia] que iban todas a la mano derecha de la batalla real de los castellanos, de quien los nuestros fueron recibidos como de esforzados caballeros, porque muy valerosamente llamando Santiago se encontraron con los [hombres] del príncipe, cuya fuerza no la pudiendo sufrir, comenzaran de huir, matando, y cautivando los nuestros muchos de ellos, y de los que escaparan algunos se acogieran a su bandera real y batalla real, que estaba a la mano izquierda de estas seis batallas [castellanas] .” en Chronica do Principe D. Joam, capítulo LXXVIII, p.298, 299.
    21. cronista Esteban de Garibay (vasco): “don Alonso de Fonseca primero, y después don Alvaro de Mendonça (…) y luego otros [capitanes] suplicaron al Rey les hiciese merced que ellos acometiesen los primeros al escuadrón , en que el Príncipe heredero de Portugal estaba, que era la fuerza del ejercito portugués [su ala izquierda], y como el Rey les dejase, mas antes arremeted todos juntos, salieron las seis batallas [que formaban la ala derecha del ejército Castellano], primero nombradas. Los cuales hiriendo a los escuadrones del Príncipe y del Obispo de Évora, fueran rebatidos con muerte de muchos, por la artillería y ballestería, que la infantería portuguesa disparó y fortaleza que en los portugueses hallaron, de modo que (…) por mostrarse al principio la victoria por los portugueses (…)” En: Compendio Historial, tome 2, Barcelona, 1628, book 18, capítulo VII, p. 597.
    22. cronista Hernando del Pulgar (castellano): “...visto el vencimiento que el Rey [Fernando] é los de las otras batallas que con él eran habían hecho por la parte do peleaban (…). El Príncipe de Portugal, visto que la gente del Rey su padre era vencida é desbaratada, pensando reparar algunos de los que iban huyendo [hombres de Alfonso V] , subió sobre un cabezo, á donde tañendo las trompetas, é haciendo fuegos, é recogiendo su gente, estuvo quedo [los cronistas portugueses informan que se unieron al príncipe Juan no solo hombres de Alfonso V pero también sus hombres retornados de la persecución de los castellanos derrotados por ello y también refuerzos de Toro, formando una gran fuerza. Esto demuenstra lo fácil que era llegar al príncipe.](...). Contra el qual [el príncipe Juan] el Cardenal de España, é ansimesmo el Duque de Alba, quisieran ir con algunos que pudieran recoger de aquellos que venían del alcance, é de otros que andaban derramados por el campo tomando caballos é prisioneros: é no pudieron recoger la gente ni moverla, porque la noche era tan escura, que ni se veían ni se conocían unos á otros, é la gente estaba cansada, é de ellos no habían comido en todo el día, porque de Zamora habían salido mucho por la mañana. El Rey [Fernando] volvió luego para la ciudad de Zamora, porque le dijeron que podría venir gente del Rey de Portugal, de la que había quedado en la ciudad de Toro por la otra parte del río, á dar en las estanzas que dejó sobre la fortaleza de Zamora. Y el Cardenal y el Duque de Alba quedaron en el campo recogiendo la gente, é volvieron con ella á la ciudad de Zamora…[El cronista oficial de los reyes católicos no solo muestra que Fernando se retiró del campo antes del cardenal Mendoza y del duque de Alba, pero también que el ejército castellano se retiró igualmente para Zamora- después de una tentativa frustrada para atacar el príncipe portugués- que se quedó solo en el campo. Pulgar siente la necesidad de justificar esta retirada castellana con circunstancias que también se aplicaban al enemigo. Si los fugitivos de Afonso V pudieron alcanzar el príncipe, como dice Pulgar, los castellanos también lo podrían.] en Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, capítulo XLV, p. 88- 89.
    23. cronista Andrés Bernaldez (castellano): “…E al fin el rey D. Afuenso fue vencido... e mucha de su gente muerta... E su hijo el Príncipe de Portugal quedó con una gruesa batalla de caballeros a una parte encima de un cabezo que nunca osó romper [por su parte, los castellanos también nunca osaron atacarlo]... la gente del Rey D. Fernando, así peones como caballeros, cogieron el campo y toda la presa que allí obtenieron delante del Príncipe de Portugal [la expresión ''delante" muestra como portugueses y castellanos permanecieron cara a cara], que no se movió nunca aquella noche de encima de un cerro, fasta que...el Rey D. Fernando se partió cogida su gente con la presa a Zamora. Entonce el Príncipe de Portugal se partió para Toro. [Bernaldez muestra así que el ejército del príncipe regresó à Toro solamente después de la retirada Castellana hasta Zamora.]...” en Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª Isabel, Tome I, Imprenta y librería de D. José Maria Zamora, Granada, 1856, capítulo XXIII, p.61-62.
    24. cronista Álvaro Lopes de Chaves (portugués y testimonia ocular): [Después de vencer en su sector, el Principe Juan] volvió sobre las batallas del dicho rey Fernando, y aunque por la gente que de sus batallas se había desparramado en persecución de los desbaratados, quedó con él tan poca gente que la que estaba en la batalla de los contrarios era mucha mas en número, sin embargo dió en ella y la desbarató [probablemente algunos castellanos dispersos, saqueando los despojos portugueses], siguiendo hasta dar [toparse] en otras batallas de los contrarios, y cuando las reconoció Y vio la multitud de los contrarios, por recoger alguna de su gente que andaba desmandada en el alcance, mandó estar queda a su batalla, porque la gente de los contrarios seria tres tantos como la suya, donde estuvo queda algunas horas, y tan cerca una gente de la otra, que algunos caballeros de una y otra parte salían de las batallas á arremeter con las lanzas [combates medievales individuales]...y los contrarios...arrancaron del campo yendo-se camino de Zamora como desbaratados [desordenadamente] .” En: Livro de apontamentos (1483-1489), 1984, descripción del libro (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).. (Una traducción castellana de este relato de la batalla se puede encontrar en: Cesáreo Fernández Duro- La batalla de Toro (1476). Datos y documentos para su monografía histórica, Boletín de la Real Academia de la Historia, tome 38, Madrid, 1901, p. 254-257).
    25. cronista Juan de Mariana (castellano): “…los enemigos, que con D. Juan Príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvieron en un altanazo en ordenanza hasta muy tarde. (…): así á vista los unos de los otros [castellanos y portugueses] se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los portugueses guardaron mas tiempo su puesto...” en Historia General de España, tome V, Barcelona, 1839, libro XXIV, capítulo X, p.299-300.
    26. cronista Rui de Pina (portugués): “...el príncipe después del desbarato que hizo…recogiendo su gente [desparramada en persecución de los castellanos vencidos] …a que muchos de la batalla vencida del Rey D. Afonso…se recogieron, con los cuales, y con otros…que vinieron de [la ciudad] de Toro, reconstituyó una gruesa batalla…el Rey D. Fernando….cuando luego vio vencidas y desbaratadas sus tamañas y primeras batallas [ala derecha castellana] , por las batallas del Príncipe…creyendo que así lo serian las otras suyas por las del Rey D. Afonso, fue aconsejado a retirarse como lo hizo, y se fue a Zamora. Por lo cual su gente [peligrosamente dispersa y dividida entre perseguir a los portugueses derrotados y saquear sus despojos] se encontrando en el campo sin Rey…con temor de la batalla del Príncipe que veían reconstituida…se reconstituirán también junto a ella en otra batalla de que unos y otros no se podían ver pero si oír; porque en este tiempo la noche era casi cerrada, y todo el daño que de una parte y de la otra se hacían era solamente gritos y tocar las trompetas y atabales que nunca cesaban [procedimientos de intimidación]. Y estando así en el campo juntas ambas estas batallas contrarias, la de los castellanos por estar sin Rey y dudosa de su ventura…comenzaron a agitarse…mostrando claros señales de derrota se fueran acometidos. (…) y sin alguna disciplina y con mucha desorden se acogieran a Zamora. Por lo que encontrándose el Príncipe solo en el campo, y sin haber sufrido derrota, antes lo había hecho en los contrarios, se tuvo por heredero y señor de su propia victoria.” en Chronica de El- rei D.Affonso V... 3.º libro, capítulo CXCI, p.99-101.
    27. cronista Damião de Góis (portugués): “...El Príncipe [Juan]…, lo cual, hasta el tiempo del desbarato del Rey su padre, estuvo persiguiendo las seis alas [ala derecha castellana] por ello desbaratadas, pero dándose cuenta de lo que estaba sucediendo [con las tropas de su padre] comenzó a recoger los [sus hombres] que las perseguían en demasía, y no lo pudiendo hacer por orden [verbal] …con la gente que consigo tenia, haciendo-se fuerte en una asomada…donde con las trompetas y atabales…y con fuegos…daba señale a los esparcidos en el campo para se acogieren a ello, y así lo hicieron no solamente los que faltaban de su ala, pero muchos de los destrozados…del Rey , y con toda esta gente hizo el Príncipe una gruesa y fuerte batalla con la cual había determinado, por la mañana , acometer la ….batalla de los Castellanos que se formara en el campo, y se pusiera tan cerca de la suya que de una a la otra se oía claramente lo que hablaban …siendo ya pasada gran parte de la noche, sabiendo los castellanos…como el Rey D. Fernando se acogiera para Zamora… partieran del campo…sin que el Cardenal de Castilla, ni el Duque de Alba les pudiesen poner orden; los cuales viendo como la gente toda se escapaba, con la que les quedó se fueron à Zamora lo mas silenciosamente que pudieron, y puesto que su retirada fuese sentida por el Príncipe…que no quiso seguirlos…temiendo [que la retirada castellana fuese] uno ardil de guerra, pero esto no era la intencione de los Castellanos, porque por la mañana ninguno de ellos fue visto en el campo ni en las montañas…quedando el Príncipe D. Juan victorioso con toda su gente en orden…envió todos los prisioneros [castellanos] para Toro…quiso quedar-se no campo los tres días del vencedor [tradición de la caballeria de la época baseada en el costumbre germanico de '''Sessio Triduana''', que determinaba que el comprador de una propiedad debería permanecer en ella durante los tres días subsecuentes a la compra, para consumar la apropiación, que de esto modo se quedaba indisputable], lo que el Obispo de Toledo no lo aconsejó, mostrándole … que tres horas…se podían tomar por tres días…con lo que…el Príncipe, contrariado…se fue [pasadas las 3 horas y hecho todo el ruido necessário] con las banderas desplegadas [y tocando las trompetas y atabales en señal de victoria, como relatado por el cronista portugués Garcia de Resende en ''Vida e Feitos D' El-Rey Dom João Segundo'', capítulo XIII] a camino de Toro ” en Chronica do Principe D. Joam, capítulos LXXVIII y LXXIX.
    28. …mientras parte del ejército portugués se hallaba en completa desbandada, huyendo su rey hasta Castronuño, el que obedecía a su hijo conservaba el campo más tiempo que los castellanos: D. Gaspar CALVO ALAGUERO (el gran cronista Zamorano de los tiempos modernos) en Historia de la Muy Noble, Muy Leal, y Antigua Ciudad de Toro, Con Noticias Biográficas de Sus Más Ilustres Hijos, Valladolid, 1909, p. 216, citado por Orestes Ferrara en Un pleito sucesorio: Enrique IV, Isabel de Castilla y la Beltraneja, Ediciones “La Nave”, 1945, página 403
    29. ÁLVAREZ PALENZUELA: “Tal es la batalla de Toro; el ejército portugués no había sido propiamente derrotado, pero, sin embargo, la sensación era de total hundimiento de la causa de doña Juana. Tenía sentido que para los castellanos Toro fuera considerado como la divina retribución, la compensación querida por Dios para compensar el terrible desastre de Aljubarrota, vivo aún en la memoria castellana.” en La guerra civil castellana y el enfrentamiento con Portugal (1475-1479), 2006.
    30. Después de nueve meses ocupados con ataques fronterizos y negociaciones infructuosas, los ejércitos castellano y portugués se enfrentaron en Toro…y libraron una batalla indecisa, ya que mientras Alfonso fue derrotado y huyó, su hijo Juan destruyó a las fuerzas que se oponían a él. (John B. Bury) en The Cambridge Medieval History, Macmillan, 1959, p. 523.
    31. La batalla fue reñida e incierta, por lo que ambos bandos se atribuyeron la victoria. El príncipe Juan, hijo de Alfonso de Portugal, envió cartas a las ciudades portuguesas declarando la victoria. Y Fernando de Aragón hizo lo mismo. Los dos quisieron beneficiarse de la propaganda de la victoria [Sin embargo, mientras que la opinión pública castellana era decisiva para el desenlace de la guerra civil, la portuguesa no lo era.]. (…). Es difícil valorar la importancia de esta batalla desde el punto de vista militar. Lo cierto es que fue un revulsivo moral para el partido de Isabel y Fernando. En Ana Isabel CARRASCO MANCHADO Isabel I de Castilla Y la sombra de la ilegitimidad, propaganda y representación en el conflicto sucesorio (1474-1482) , Síllex ediciones, Madrid, 2006, páginas 195-196
    32. Estas maniobras llevaron a la curiosa batalla de Toro… la tarde ya estaba muy adelantada cuando [Fernando] alcanzó a los portugueses. Su ala izquierda cerca del río hizo retroceder a D. Afonso en desorden, pero en la izquierda portuguesa, el príncipe Juan fue igualmente victorioso. Como en ese momento era muy oscuro, brumoso y lloviendo a cántaros, nadie sabía lo que había sucedido en realidad. en CHRISTOPHER R. BELL- Portugal and the quest for the Indies, Barnes & Noble, New York, 1974, página 130
    33. … en la … batalla de Toro, que, aunque de resultado incierto, Fernando, con habilidad, supo explotar propagandísticamente. en Juan BATISTA GONZÁLEZ- España Estratégica, guerra y diplomacia en la historia de España, Sílex ediciones, Madrid, 2007, p.222.
    34. Rafael DOMÍNGUEZ CASAS: “…San Juan de los Reyes es el resultado de la voluntad real de fundar un monasterio para conmemorar la victoria en una batalla de resultado incierto, pero decisivo, la reñida en Toro en 1476, que consolidó la unión de los dos reinos más importantes de la Península.”- San Juan de los reyes: espacio funerario y aposento regio en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, número 56, 1990, p.364.
    35. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo (1901). «La batalla de Toro (1476). Datos y documentos para su monografía histórica». Boletín de la Real Academia de la Historia. tomo 38 (1901). 
    36. Los dos ejércitos chocaron en los campos de Toro, y la batalla resultó indecisa. Pero, mientras el Rey de Portugal se dedicaba a reorganizar sus tropas, Fernando envió correos a todas las ciudades de Castilla, y a varios reinos extranjeros, dándoles la noticia de una gran victoria, en la que las tropas portuguesas habían sido aplastadas. Ante tales noticias, el partido de la Beltraneja se disolvió, y el portugués se vio forzado a regresar a su reino. (Justo L. González) en: Historia del Cristianismo, Editorial Unilit, Miami, 1994, Tome 2, Parte II (La era de los conquistadores), p. 68. Sobre la importancia de la propaganda en el conflicto véanse los trabajos Carrasco Manchado, Ana Isabel (2006), Isabel I y la sombra de la ilegitimidad; Villarroel González, Óscar (2014), Juana la Beltraneja. La construcción de una ilegitimidad; Corral Sánchez, Nuria (2018), "Dios salve a las reinas. Propaganda y legitimación en la Guerra de Sucesión castellana (1475-1479)", Ammentu, 1/12, pp. 35-48.
    37. a b Alfonso de PALENCIA, Década III, libro 25, capítulo 4.
    38. Carta de la reina Isabel a mosén Diego de Valera. Tordesillas, 15 de mayo de 1476. Boletín de la Real Academia de la Historia LXIV (1914). Transcrita en inglés en BLAKE.
    39. Alfonso de PALENCIA, Década III, libro 25, capítulo 5.
    40. Carta del rey Fernando a mosén Diego de Valera. Burgos, 26 de mayo de 1476. Boletín de la Real Academia de la Historia LXIV (1914). Transcrita en inglés en BLAKE.
    41. a b c Alfonso de PALENCIA, Década III, libro 26, capítulo 6.
    42. a b De Palencia dice que eran «dos galeras» mientras que el alcalde de El Puerto de Santa María, Diego de Valera, afirma que era solo un barco. Carta de Diego de Valera a la reina Isabel. Epístolas de Mosén Diego de Valera (ed. J. A. de Balenchana; 1878), pp.70-4. Transcrita en inglés en BLAKE.
    43. Alfonso de PALENCIA, Década III, libro 26, capítulo 5.
    44. a b AZNAR VALLEJO, Eduardo (2006). «Marinos vascos en la guerra naval de Andalucía durante el siglo XV». Itsas Memoria, revista de Estudios Marítimos del País Vasco (5). 
    45. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis (1982). «Fernando el Católico y Leonor de Navarra». Estudios en memoria del Profesor D. Salvador de Moxó, II. Madrid: Universidad Complutense. 
    46. Alfonso de PALENCIA, Década III, libro 27, capítulo 5.
    47. Ruy de PINA, Chronica..., cap. 203
    48. ...la flota que nos hemos mandado o mandaremos armar para la Guinea y Mina de Oro Carta de los Reyes Católicos a John Boscán fechada a 6 de febrero de 1478 en Sevilla
    49. Alfonso de PALENCIA, Década IV, libro 32, cap. 3
    50. Hernando del PULGAR, Crónica..., parte 2, cap. 88.
    51. Rui de PINA, Chronica..., cap. 208
    52. Alfonso de PALENCIA, Década IV, libro 33, cap. 9
    53. El texto del tratado, en Recueil général des anciennes lois françaises, X, pp. 799-804 (en latín).
    54. Maximiliano había desposado en 1477 a María de Borgoña, única heredera del duque Carlos El Temerario. La unión tenía como claro fin la defensa de las derechos de María al ducado borgoñón, que revirtió a la Corona francesa por mano del rey Luis XI al extinguirse la línea directa masculina del linaje Valois-Borgoña, y por tanto el régimen de apanage. Maximiliano pasó entonces a ostentar compartidos los títulos de su esposa, entre ellos el de duque titular de Borgoña.
    55. Alfonso de PALENCIA, Década IV, libro 34, cap. 2
    56. Orden de los RR.CC. dada en Trujillo a 17 de febrero de 1479, citada con la referencia «Archivo de Sevilla, libro 1, f. 370» en FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín (1825). Colección de los Viajes.... Madrid. 

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