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Y ANTI-MAQUIAVELO

del príncipe, que no pueden cooperar a la ruina de este sin labrar la suya propia.

En nuestros dias, los numerosos ejércitos que los príncipes mantienen, tanto en paz como en guerra, contribuyen tambien a la seguridad de sus estados, sirviendo de baluarte contra la ambicion de los vecinos. La espada desnuda y vijilante impide que salga de su vaina el acero enemigo.

Pero no basta que el principe sea, como dice Maquiavelo, di ordinaria industria; yo quisiera que pensase sobre todo en hacer la felizidad de su pueblo. Un pueblo feliz y bien gobernado no se subleva nunca; porque teme perder a su príncipe bienhechor, mucho mas de lo que puede temer el mismo soberano la disminucion de su poder. Jamás se hubieran sublevado los Holandeses contra los Españoles, si la tiranía de los reyes de España no hubiese llegado a tal estremo, que era ya imposible que la Holanda fuese mas infeliz con la revolucion.

Los reinos de Nápoles y Sicilia han pasado mas de una vez de la corona de España al Imperio, y del Imperio a la España. Si la conquista y la pérdida de aquellos reinos han sido siempre tan fáciles para ambas potencias, consiste en que ambas los gobernaron con escesivo rigor; de modo que los pueblos, al pasar de una a otra mano, creían siempre encontrar libertadores en sus nuevos príncipes.

¡Cuan diferentes eran en esto los Loreneses de los Napolitanos! La Lorena entera lloraba cuando se vió precisada a mudar de dinastía, porque temía perder los últimos vástagos de aquellos duques que habían estado por tantos años en posesion de su hermoso pais, y entre los cuales se cuentan algunos tan dignos de estimacion por sus virtudes, que merecen servir de ejemplo a los reyes todos del mundo. La memoria del duque Leopoldo se conservaba tan viva entre los Loreneses que, cuando su respetable viuda se vió obligada a salir de Luneville, el pueblo todo corría a arrodillarse delante de su carroza, y por varias ocasiones detuvo el arranque de sus caballos: no se oían sinó lamentos, ni se veían mas que lágrimas en todos los semblantes.



CAPITULO III

De los principados mistos.

Síguese, pues, que las dificultades mas grandes se encuentran en el principado nuevo, al cual podrá llamarse soberanía mista, cuando no es nuevo absolutamente, sinó como un miembro incorporado a otra soberanía. Estas mismas dificultades nacen de las variaciones que ocurren naturalmente en los principados nuevos; porque, si al principio los vasallos se prestan con gusto a mudar de señores, creyendo que el cambio es ganancioso, y, llevados de esta opinion, toman las armas contra aquel que los gobierna, suelen engañarse, y no tardar luego en reconocer que su situacion empeora cada día, siendo muchas vezes los males que esperimentan consecuencia necesaria de la mudanza. En efecto, todo príncipe nuevo se ve precisado a vejar mas o menos a sus nuevos súbditos, ya sea con la permanencia de las tropas que necesita mantener en el pais, ya con otra infinidad de incomodidades que acarrea siempre la nueva adquisicion [1]. Así es que este príncipe tiene por enemigos a todos aquellos que

  1. Bien sabidos son los versos que Virjilio pone en boca de la reina Dido, confirmando esta verdad.
    Res dura el regni novitas me talia coguni
    Holiri, el late fines custode tueri.
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