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Arco de Isla Lignito/Desenlace

[Hace unos minutos, los Piratas Star y los recién creados Piratas Relámpago Blanco han entrado en un conflicto a causa de la intención de Ringo (capitán de los Star) de saquear Isla Lignito, en la que se encontraban Jaike y los suyo. Esto desencadenó una serie de combates de los cuales los Relámpago Blanco salieron victoriosos.]

Una vez llegaron Marín y Canonbolt al paseo marítimo, donde se había desarrollado el combate entre capitanes, Jaike bajó del barco, se dirigió a coger el mascarón del Toy Horse y se lo llevó al segundo de ellos.

—Me gustaría que me guardases esto—

—Pero esto es...—

—Sí— le cortó Jaike, secante.

—¿Y no vas a hacer nada para vengarte?—

Jaike despedida
Jaike mirando al horizonte, despidiendose del Toy Horse

Aún con la cabeza baja, Jaike se dirigió a la costa y se sentó mirando al mar.

—Dadme unos minutos— les dijo —,ese barco me recordaba a mi isla, mis familiares y amigos que se quedaron allí... Necesito despedirme de todo eso—

Sus compañeros vieron como se le escurrían algunas lágrimas.

El último en llegar al lugar donde se encontraban la demás fue Rata, que preguntó qué estaba ocurriendo.

—¡Ah!—exclamó el joven ladrón, comprendiendo la delicada situación del capitán —No te preocupes, hombre, si seguro que hay más barcos en el...—

[¡DONG!]

—Cállate, imbécil...— le riñó Canonbolt, en un tono muy sereno y relajado, después de haberle dado un buen puñetazo.

De pronto se oyeron unas voces que provenían de alguien conocido.

—¡Rápido, que no escapen! Nadie puede escapar a un comodoro...—

Marín, alertado por los pasos y las voces, supo que los marines volvían a la carga. Se acercó a su capitán y le informó de esto.

—De todas formas...— dijo Jaike —no tenemos dónde ir. Ni podemos zarpar ni tenemos algún sitio donde quedarnos en tierra—

—A decir verdad— se oyó la voz de Rata desde el fondo, el cual seguía intentando bajar el chichón que le había causado el golpe de Canonbolt —sí que tenéis dónde quedaros.


Momentos después estaban ya caminando por el bosque que había detrás de la ciudad costera. El joven ladrón les había guiado por un sendero muy escondido en dirección hacia el oeste hasta que llegaron a un claro donde se encontraba un gran árbol con una choza edificada en su mismo tronco, algunas ventanas por este y en la copa otra cabañita a mudo de casa del árbol.

–Bienvenidos a mi humilde morada.– anunció Rata

–Waaaah, ¡¿esto es tuyo?!– preguntó Jaike, a quién le había vuelto la sonrisa y actitud infantil de siempre.

–Sí, podéis pasar hasta el patio–

–¡¿QUÉ TAMBIÉN TIENE PATIO?!– preguntó muy entusiasmado el capitán de los Relámpago Blanco.

–N…No…son cosas que se dicen…– respondió Rata, algo cortado– lo que si tiene es botiquín, que creo que nos hace falta–

Los cuatro se miraron de arriba abajo, dándose cuenta de que estaban llenos de magulladuras, heridas y contusiones.

–La verdad es que sí…– admitió Canonbolt.

–Entonces… ¿podemos quedarnos aquí unos días, verdad? –preguntó Jaike, muy sonriente, como si ya supiese la respuesta.

–No deberías abusar así de la confianza de…– le iba a aconsejar Canonbolt, pero alguien lo interrumpió.

–¡Claro que sí!– anunció Rata enérgicamente –…Así me hacéis un poco de compañía. Sabéis, no hay mucha gente que se atreva a entrar en la casa de un ladrón…–

–Es como entrar en una guarida de lobos– apuntó Marín – nadie en su sano juicio lo haría.

Los tres entraron en la cabaña junto a Rata, y les sorprendió comprobar que era más grande de lo que aparentaba desde el exterior. Estaba decorada con un estilo rústico y sencillo, pero muy acogedor. La primera sala tenía dos sillones hechos con cañas y en el centro una mesita del mismo material. Al fondo había una escalera que llevaba a un piso de arriba.

–Voy a por la enfermería– les dijo Rata –poneos cómodos.

–¡¿Qué?!– se sorprendió Jaike, quien ya se había despatarrado en uno de los sillones hace rato –¡¿También tiene enfermería?!

–N…No…es solo una forma de hablar…– respondió Rata por segunda vez, quien estaba arrodillado y una densa oscuridad se cernía sobre él. Cuando ya se recuperó del bajón de autoestima, siguió– Necesito que alguien venga conmigo, no podré yo solo con tantas vendas.

–Yo iré contigo– se ofreció Marín, que hasta ahora había estado apoyado en una de las paredes sin decir nada.

Los dos subieron por la escalera hasta llegar a la segunda planta, la cual estaba totalmente escondida en el tronco, llena hasta el techo de esta de bolsas, cachivaches, herramientas, monedas y billetes…

–¿Para qué es todo esto, Rata?– preguntó curioso Marín.

–¿Esto?... – el joven ladrón sonrió amargamente– Es por una promesa…


Rata y Live

En un flash de memoria del joven ladrón, dos niños andan por las calles de una ciudad. Eren un chaval de cinco o seis años, con el pelo despeinado de un color morado, junto a una niña pelirroja menor que él con el flequillo hacia abajo de forma que le tapaba la mitad de la cara y dos coletas a la altura de la nuca. El niño iba con unos pantalones andrajosos atados a su cintura con varias cuerdas y la niña vestía algo que aparentaba un camisón , pero hecho de un tejido mucho más basto, en el cual se leía claramente "OLIVES" en el centro, aunque la "O" y la "S" estuvieran tachadas. Esta también llevaba un tirachinas en la mano. Los dos caminaban cogidos de la mano, sin dirección fija, buscando algo de cobijo. Ya habían entrado en varias posadas y tabernas, pero la respuesta siempre había sido similar. –Lo siento, pero no puedo dejar que os quedéis aquí sin nada a cambio. Esto es un negocio.

Rata callejón
La promesa de Rata

Eso era lo que les había contestado el dueño de la última a la que habían entrado. Los dos niños siguieron buscando, pero se les echó la noche encima, y se pararon en la esquina de un callejón para resguardarse del frío entre sacos de basura y restos de comida.

–Otra vez...– murmuró la pequeña –¿Por qué nadie puede dejarnos dormir en su casa, Rata?

–Porque son todos unos avariciosos, Live...– respondió él –solo quieren cosas útiles y dinero... pero te prometo – añadió temblando, por frío o por impotencia, y apretando los dientes mientras ella lo miraba y le resbalaban dos pequeñas gotas por las mejillas –... que algún día conseguiré todo lo que nos haga falta... que... – sonrió, aún llorando y mirando hacia el suelo –¡¡Conseguiré el mayor tesoro del mundo!!

La niña también le sonrió, y pronto cayeron rendidos por el sueño en aquel sucio callejón.

–Una promesa...– el ladrón volvió a la realidad y miró a Marín. Entonces acabó la frase – ...a mi hermana pequeña– y sonrió como hace catorce años le sonrió a ella.


En el salón, Canonbolt y Jaike, cada uno desparramado en un sillón, se esfuerzan por encontrar salidas de la isla.

–Quizá podríamos comprar un pequeño barco...– formuló Canonbolt

–¡¿Comprar un barco?! ¿Con qué dinero?– le interrumpió Jaike –Marín y yo estamos tiesos de berries, y tu, aunque tengas dinero suficiente, no tienes por qué pagarnos nada.

–Algo tengo, pero...

–También podríamos construir nuestro propio barco– propuso el capitán.

–No lo veo viable. Lo primero es que tardaríamos mucho tiempo, demasiado. Contando con que nuestro objetivo es interceptar a Ragnarok lo antes posible, esto no haría más que retrasarnos.

–Entonces...

–No hay muchas más alternativas, Jaike, y la mayoría no nos da ninguna solución valida...

–En definitiva– razonó Jaike –, parece que no tenemos salida de esta isla...¡pero tiene que haber alguna!

–Sí que la hay, podéis iros en mi barco.

Los dos piratas se giraron y balbucearon unos segundos antes de poder articular una palabra al unísono.

–¿¡¡QUÉEEEEEE!!?

–Sí, sí, en mi barco.

Cuando se recuperaron del impacto, se fijaron en que la persona que había hablado no era sino Rata, que acababa de bajar por las escaleras cargado con muchísimos rollos de vendas.

– Según Rata –entró Marín en la conversación, que también bajaba con el joven, cargando con casi el doble de rollos que él–, hace dos meses que encontró un barco varado en las playas de la costa norte y pensó que sería de algunos piratas, porque esas costas no están pobladas. Pero no apreció nadie por allí, y decidió quedárselo.

–¿¡Pero por qué no me dejas contárselo a mí!?– le espetó Rata, fulminando con la mirada al primer oficial.

Este no habló ni si quiera, pero sostuvo la mirada del joven ladrón sin inmutarse, hasta que Jaike, a quien se le adivinaba el brillo de sus ojos por debajo de sus gafas oscuras, no pudo contenerse más.

–¡Esperad un segundo! Si he entendido bien...¿¡Tienes un barco!?

–Jeje...– rió Rata entre dientes, frotándose la nariz con el dedo índice, que al parecer había olvidado su conflicto con Marín –No exactamente... TENÉIS un barco.

RB1
Jaike y los demás en periodo de recuperción.

Los tres piratas abrieron los ojos hasta los topes, y el capitán hizo el ademán de salir corriendo hacia la puerta, pero Canonbolt lo sujetó por el cinturón.

–¡Quieto parao'! Primero tendrías que recuperarte... –paró un segundo, se miró y miró también a Marín y Rata. Todos estaban bastante magullados– bueno, recu perarnos de las heridas y después ya zarpar, ¿no crees?

–¿¡Pues a qué esperamos!? Rata... ¡Marchando unos rollos de venda!

–¡Sí, capi... !Digo...¡Jaike!


[Dos días después]

Rata conduce por las lindes del bosque a los Relámpago Blanco, ya recuperados del todo y a Canonbolt, en la misma condición. Llevan ya unos 15 minutos andando, cuando Jaike empieza a impacientarse.

–¿¡Falta mucho!? A ver si te has perdido...

–¡¡Que no, pesao'!! ¡Ya has preguntado lo mismo siete veces!– respondió este airadamente –Ya te he dicho antes que se tarda un ratito en llegar a la costa del norte. Hay más arboles por esta zona porque nadie vive por aquí, así que el camino es un poco serpenteante.

–Rata... ¿cómo es exactamente el barco?– preguntó Marín al cual se le notaba cierto aire de curiosidad en la cara.

–Es como... ¡ah! Miradlo vosotros mismos– dijo, frotándose la nariz.

Delante de los cuatro se habría una gran salida del bosque hacia una playa de aguas cristalinas y dos riscos rodeándola, y justo enfrente de ellos había un barco, semejante a una nao, varado en la arena.

–¡¡Woaaaah!!– exclamó Jaike, plasmando la emoción que sentía cada uno de sus compañeros

Estaba construido de una madera clara y brillante, poseía dos mástiles, uno en la parte delantera y otro en la trasera .Estos dos tenían en el final algo parecido a hojas de palmera, puestos ahí por adorno Las velas estaban algo rasgadas y no tenía bandera. La parte más llamativa era el mascarón de proa, el cual tenía la forma de un tigre, y las anclas, que se asemejaban a las garras de uno de estos animales.

Shir Khan

–Y bien, ¿qué nombre piensas ponerle?– preguntó Canonbolt

–¿Eh, yo?– articuló Jaike, sorprendido por la pregunta

–Claro– dijo Marín –, es el capitán quien tiene que ponerle nombre al barco.

Jaike, a quien se le veía de nuevo un brillo en los ojos a través de las gafas de sol, se tomó su tiempo para pensarlo.

–Hmmm...¡Ya está!– saltó de pronto– ¡Shir Khan!

–¿¡Cómo!?– exclamó el Rata, el cual se había puesto a hacer un castillo d

e arena mientras tanto.

–Shir Kan– volvió a repetir el capitán, sonriendo de oreja a oreja–, ¡se llamará Shir Khan!

Una vez en el barco, Canonbolt y Marín analizaron la situación del barco, mientras Jaike y Rata lo exploraban por fuera. De fondo se oían las voces de los dos admirando el tigre del mascarón.

–La carpintería no es mi fuerte, pero creo que con unos arreglillos– comentó Canonbolt, frotando el primer mástil –podrá llegar a la siguiente isla, Isla Numa.

–Debemos comprar unas velas nuevas, a parte de recursos para la travesía de después– comentó Marín.

–Marín, Canonbolt, tenemos que ir a por nuestras cosas a las caseta de Rata y zarpar cuanto antes– intervino Jaike, que acababa de subir a la cubierta de la nave.

Sí, es verdad– respondió Marín, mirándolo pensativo pensativo, y añadió algo más –¿Cuándo vas a decírselo?

Jaike solo se frotó la nariz, mientras Canonbolt los miraba alternativamente, sin acabar de entender sobre qué estaban hablando.


Una vez en la cabaña de Rata, los tres piratas llenaban grandes paños con comida, propiedades y cosas útiles para el barco. Canonbolt, además de su propia mochila, además llenó otro trapo de cosas y lo cargó a la espalda.

–Creo que ya lo llevo todo– dijo este, saliendo el último de la cabaña.

–¡¡YA TE VALE!! –gritó Jaike, el cual se había sentado encima del enorme trapo que llevaba –¡Con el calor que hace y tú nos haces esperar!

–Nadie te dijo que esperases fuera...– se defendió el pirata

Jaike se levantó de mala gana y empezó a caminar por el sendero por el que Rata los había conducido varias veces, seguido por Marín, quien miraba con curiosidad a un ave rapaz rondar por la zona. En la cola iban Canonbolt y Rata, ambos hablando de comida.

Cuando llegaron a la playa donde se encontraba el Shir Kan, los tres piratas subieron al barco, pero el joven ladrón se quedó en la playa, admirando como los tres se movían por el barco ultimando todos los preparativos, cuando Jaike se acercó a la cubierta, y le lanzó un grito

–¡¡EEEEH!!¡No te hagas de rogar y sube de una vez!¿¡No ves que te estamos esperando!?

– A... A... ¿A quién? ¿a mí?– respondió sorprendido

–¡Pues claro!

–Pe-Pe-Pero tengo que ir a la cabaña a por mis cosas...

–¿¡Qué crees que eran esos trapos que hemos traído has aquí!? Si nosotros no tenemos tantas cosas para llenar todo eso– dijo Jaike sonriendo

La cara de Rata se iluminó con una amplia sonrisa, y trepó por la cuerda hasta llegar a la cubierta, donde los tres lo esperaban

–Bienvenido a los Piratas Relámpago Blanco– dijo Marín, con una pequeña sonrisa, cosa muy inusual

–Jaike, tú vas a ser el Rey de los Piratas, ¿verdad?– preguntó el joven, muy serio –Entonces, el Two Piece será como nuestro, ¿verdad?

–¡Sí!– respondió el capitán enérgicamente –Supongo...

–Por fin podré cumplir la promesa, Live...– pensó Rata

–¡Eh, novato!– Lo llamó Canonbolt, sonriendo– ¿Dónde ponemos todas tu cosas?

–Habéis cargado con los muebles y todo– se sorprendió el nuevo pirata –pues... ¡habrá que amueblar el barco!

Fruta Isho Isho
Fruta miseriosa en la "cocina" del Shir Khan

–Primero hay que explorarlo– se animó Jaike, entrando en el primer habitáculo cuya puerta daba directamente a la quilla, pero parándose en seco a ver lo que se encontraba allí dentro– Wooow...

Los tres piratas restantes, siguiéndolo, se llevaron la misma sorpresa que él al entrar en la sala.

–¿Eso es lo que yo creo que es?– preguntó Marín, dudando de lo que veía

Delante de los cuatro piratas se hallaba un cajón de madera, dentro del cual había una sandía enorme con espirales de colores rosa y morado. Jaike se acercó aún más al cajón y confirmó las sospechas de todos.

–Sí, es una Fruta del Diablo.

Rata se acercó a el y los dos se sentaron delante del cajón, observando la fruta con curiosidad. Mientras Canonbolt se acercaba, se fijó en que el la columna en la que estaba apoyado el cajón había un pequeño papel en el cual había algo escrito. Llamó con un gesto a Marín y los dos salieron a la quilla del barco.

–Mira– le dijo, tendiéndole la nota

–Hm...– Marín empezó a leer la nota– "A partir de ahora no voy a ayudarte más, Jaike"

–¿Deberíamos decírselo?

–No lo creo– respondió Marín con un tono frío, arrugó la nota y la lanzó al mar.

Dentro de la habitación, Jaike y Rata decidían qué hacer con la Nuez de Belcebú, y estaban discutiendo a voces limpias.

–¡Que sí!

–¡Que te he dicho que no!

–¡Soy tu capitán y te mando que sí!

–¿¡Pero por qué yo!?

–¿No me acabas de decir que el que se la comiese se haría muy fuerte?

–Sí, pero...

–Pues venga

–¡¡¡ESTÁ BIEN!!!¡Me voy a comer esa Fruta del Diablo!– acabó Rata con la conversación.

En ese mismo momento Marín entró en la habitación, y dirigiéndose al capitán, dijo que Canonbolt había ultimado los preparativos y que iba a zarpar con rumbo a Isla Numa.

–Bien– aintió Jaike–...Vayamos a Isla Numa pues...Ragna-como te llames, voy a darte la del pulpo, así que... ¡vete preparando estés donde estés!

[A varias millas de allí, en Isla Numa]

–Capitán, la operación ha salido bien

En un despacho con poquísima iluminación, otorgada únicamente por una persiana semi abierta se podían vislumbrar dos figuras, un hombre de pie y otro sentado en una especie de escritorio.

–Bien...– articuló el que estaba sentado, entreabriendo la boca y dejando ver unos dientes acabados en punta.

–Pero... dicen que se ha visto al traidor en Isla Lignito.

–Ya estaba tardando...– dijo, con una total tranquilidad –Lo esperaremos aquí, mientra se lleva a cabo la operación. Id preparándolo todo.

–Sí, capitán.

TO BE CONTINUED
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